Las papeleras de Madison : Recuerdo que
la clase que más me gustó del curso de fotografía que hice fue aquella en la
que me tocó el turno de la cámara con carrete. Había que hacer cinco
fotografías a lo que nos gustara, sin pensar en diafragmas, velocidades o
calidad. Todo se reducía a un “aquí te pillo, aquí te mato” que me puso de muy
buen humor. Mis fotos eran impresionantes y debe ser cuestión de minutos que me
llame el profesor para decirme un par de cosas sobre el talento, las galerías
de París y un nuevo empuje a la historia de la fotografía.
En lo que llega esa llamada, voy
combinando la réflex con el iPhone. Esta mañana aprovecharé para sacar la
réflex y jugar con su posibilidades mientras los mellizos juegan al pádel. Es
una hora de entrenamiento para todos en la que hago fotos como un paparazzi
que pretendiera llegar a la calidad por la cantidad. No sé : pierdo un poco el
rumbo.
Conviene llegar a esa hora con un
poco de calentamiento de ojos y de dedos. Lo sé, ya. En vez de aplicarme, me
dedico a hacerles fotografías a las papeleras en la plata tercera del
aparcamiento de Mercadona. El subconsciente tendrá la última palabra, pero creo
que me atrae esa acumulación de variables fijas : la luz, el objeto, el entorno,
el movimiento, las líneas. No es una foto que vaya a salir en la portada de
National Geographic, pero tal vez sea la que, finalmente, anime a aquel profesor
que tuve a coger el teléfono y marcar un número que no tiene. Como ya pasó
entonces, me lo sigo pasando bien con este tipo de fotografías.
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