La bicicleta rosa
: El McDonald´s que me gusta está esta noche abarrotado. Todos hemos llegado de
vacaciones y nos hemos visto con la nevera vacía, los niños con hambre y sin
dinero para repetir la que debe haber sido la frase típica de vacaciones:
¿dónde cenamos hoy?. El resultado es que la cola de los pedidos llega hasta la
puerta y una mezcla de conversaciones eufóricas y de saludos, también eufóricos,
inunda el local, como si todos estuviéramos esperando para embarcar de nuevo.
La gente está muy contenta de regresar a casa a pesar de haber dejado detrás experiencias
como la que le escucho al que me precede:
-¡Cenábamos unas pizzas enormes por
tres euros!
Y rodea con los brazos una imaginaria
pizza en la que todos, incluido yo, nos fijamos.
Hay muchos McDonald´s en los que
una conversación así es bien recibida. Aquí las cosas son diferentes y si
alguno de los que hoy han convertido éste en una caseta de la Feria de Sevilla
se pasa cualquier otro día lo descubrirá. Verá que el fútbol se ve en silencio,
sin gritos, con cierta distancia, como si el partido fuera de una liga
extranjera; que los pedidos se entregan después de un cruce de ojos entre la
dependienta y el cliente; que la gente respeta el silencio del que come solo y
tranquilo; que puedes venir a leer sin que nada te desconcentre; que los niños
no corren por los pasillos y prefieren quedarse en las mesas con sus padres. De
todo doy fe.
No sé por qué será así. Tal vez se
deba al resultado de un proceso lento en el que los clientes vamos
sedimentándose poco a poco, formando un nicho específico sin la voluntad
expresa de crearlo. Piensas en una mesa silenciosa y al instante te ves aquí.
Avanzo lentamente, experimentando
la sensación de que mis vacaciones, viendo la euforia contagiosa del resto, han
sido un fracaso. Los demás han sabido encontrar la mejor opción y parecen
encantados de compartirla. Ni rastro en ellos del cansancio que tengo, ni del
temor a que la vuelta a la rutina se lleve algo de lo que me he traído y se
cobre intereses, obligándome a retroceder unas casillas respecto a la que ocupaba antes de las vacaciones. Esta gente sigue celebrando la Copa del Mundo.
Ya en el aparcamiento veo que todas
las plazas están ocupadas. En la zona dedicada a las bicicletas están las
cuatro de una familia: me fijo en la más pequeña, de color rosa.
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