El freno de emergencia : En cada página de “Gilead” escucho el sonido de un
grillo como fondo de todo lo que ocurre.
Es un buen libro para leer en la nieve y dejar que el contraste perfile mejor
cada detalle. Imagino unas gotas de sudor, un vaso de agua a mano y sombras que
no refrescan. Sé que debería leer más despacio la confesión que este reverendo
le deja a su hijo de siete años, pero el libro me gusta y tengo que aprovechar
el tiempo. Hay gatos bautizados, y comuniones que se ofrecen con una galleta
quemada y bendiciones que se otorgan en el banco de una estación. Gestos que
adquieren su fuerza de la realidad externa a la religión, como si ahí estuviera
su verdadero significado. Muchas escenas las veo sin bajarme del tren, pensado:
aquí tengo que venir cuando tenga tiempo, que es una forma de mentirme. Pero
hay otras que me obligan a tirar del freno de emergencia para obligar a que el
tren se detenga y poder bajar a mirar. Y son muchas.
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