No hay jaula
estadística que pueda encerrar a ese precio : Si quedaran economistas de campo,
y no consultores de firmas o teóricos de radio, los domingos por la mañana, que
es cuando florece la microeconomía, se les vería con una libreta en la mano
copiando los precios de las raciones.
Esa ausencia de libretas impide que
el IPC ofrezca un desglose que resulte cercano, del terruño, basado en las
pizarras de los bares. La evolución de la ración de pollo con tomate, por ejemplo,
en una serie de veinte años, lograría que el número se hiciera carne (de pollo)
y se pudiera experimentar lo que es la inflación. ¿Para qué saber el IPC que
sobrevuela por encima de las nubes?
La ración de pollo a seis euros.
Mil pesetas de las de antes. Ahí se esconde todavía la burbuja, en barbecho,
esperando las condiciones necesarias para desarrollarse. Mil pesetas de las de
antes por seis albóndigas de las de siempre. Nadie quiere fijarse en ellas
porque no hay jaula estadística que pueda encerrar a ese precio.
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