Una semilla en la cabeza : Desde hace
poco, mi calle favorita de Madrid es Espíritu Santo, en el trozo que va desde
la Plaza de Juan Pujol a la Corredera Alta de San Pablo. Cuando me muevo por
ella ya no pienso en el siguiente punto del paseo: me da igual. Se convierte en
el epicentro, aunque no exista ninguna tienda o local favorito que justifique
esta predilección. La elección se debe al efecto acumulativo de lo que voy
viendo, al esfuerzo de cada escaparate, propuesta o menú por distinguirse del
anterior con un estilo propio que transmite la impresión de que, sobre todo, la
gente ha montado el negocio que quería.
Procuro incluirla en todos los
paseos, de forma más o menos justificada, porque la gente con la que me cruzo
parece ir con la semilla de una idea creativa en la cabeza, algo que no suele
producirse a menudo. El entorno influye en la gente y ésta, a su vez, comprando
en las tiendas, parándose a comer algo o charlando en la acera, le da sentido
también al escenario. Si vas atento a ese juego y te dejas llevar, no es
difícil notar cierta estimulación en las ideas: el final de una obra de teatro
ya no parece tan lejos, ni los proyectos tan difíciles, ni la realidad tan
estéril. Aquí el camino entre el proyecto y su ejecución parece muy corto.
Por eso trato de venir por aquí con
los mellizos con la excusa de comer en un restaurante o de ir fijándonos en los
grafitis de las paredes. Se trata de que su memoria se vaya enredando por toda
esta zona para que, en el futuro, algo tire de ellos y les empuje a regresar
por aquí para tratar de identificarlo.
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