Ofrenda al sol : Hace un sol
tan fuerte que nos vemos obligado a meter todas las sillas en el garaje con la
misma urgencia con la que las protegemos cuando rompe a llover. El sol no se
molesta, qué va a molestarse si es su mes. Atraviesa la cortina metálica del
garaje y juega a tocar una de las sillas, la roja, la que tiene en su respaldo
la silueta de un oso. Alcanza una de sus patas, el brazo izquierdo y el
asiento. El movimiento de la cortina, que permite que los trazos del sol vayan
cambiando, se debe al calor que va acumulando porque el aire se ha detenido en
las sombras, esperando a la noche. Sobre esa silla roja infantil el sol parece
inofensivo. Ven, salid, que no os voy a hacer nada. Miro en silencio para no
delatarme: si quisiera, enrollaría sus tentáculos alrededor de la silla y se la
llevaría fuera.
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