De la mano de Nicholson Baker : Hoy me
doy cuenta de que Lucía ya solo me pide ayuda para enchufar el secador en un
sitio al que no llega. El resto lo ha hecho sola. De la bañera de plástico en
la que le sujetaba la cabeza con una mano mientras la enjabonaba con la otra, hemos
llegado aquí, al último capítulo del baño diario.
La historia con los pequeños
cambios en la forma de bañarse de los mellizos ha pasado por delante. Si no he
sido capaz de leerla es porque no he prestado atención para ir descubriéndolos.
Y sin esa atención, como señala David Eagleman en “Incógnito. Las vidas secretas
del cerebro”, nuestro cerebro se guía con un programa de “ceguera al cambio”:
la información que codifica es muy baja y se limita lo básico para que, en este
caso, el baño funcione sin problemas.
El resultado de esa “ceguera al
cambio” es que la intensidad de esa vida es baja, a pesar de que la realidad no
lo sea. En esta situación, la literatura sería un buen entrenamiento para la
mirada porque le enseñaría dónde hay que prestar atención. Una vez que el agua
esté a la temperatura adecuada, la ropa esté lista, el champú se encuentre en
su sitio y la toalla espere, empezaría esa aproximación literaria que ayudaría
a ver esa historia de los pequeños cambios. La vida doméstica de la que habría
sido consciente si hubiera ido de la mano de Nicholson Baker.
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