Para llevar una buena vida : Hace unas
semanas, mientras esperaba en la peluquería, empecé a ojear un ejemplar antiguo
del Rolling Stone en el que me encontré con un artículo sobre Philip Seymour
Hoffman. Me gustó que, a pesar de hacer referencia a su muerte, incidiera sobre
todo en su forma de hacer su trabajo, como si el periodista, antes de dejarse
llevar por lo escabroso, se hubiera parado a pensar qué merecía la pena ser
contado.
Había una frase que copié y envié
por twitter : “La vida solo es buena si has hecho bien tu trabajo”. Me
sorprendió el tiempo del verbo, como si en el presente no te diera nunca las
pistas para saber si tu vida es buena o no, impidiéndote así valorarla. También
me atrajo esa apuesta definitiva por el trabajo, austera, personal, como si la
familia o la amistad adquirieran su verdadero valor como una recompensa en el
caso de haber alcanzado ese éxito íntimo en el trabajo.
Unos días después estoy en una sala
del cine casi solo. Las paredes están cubiertas por unas cortinas oscuras, en
donde destacan unas lámparas alargadas que recuerdan a unas antorchas en una
ceremonia. La película que veo es “El hombre más buscado”, donde Philip Seymour
Hoffman coordina una pequeña célula antiterrorista alemana que trabaja en
Hamburgo al margen de la ley. Su personaje se enfrenta, más que a los sospechosos
a los que vigila, a otros cuerpos antiterroristas en donde no caben los
matices.
Durante un rato trato de saltar del
actor al personaje, como si la misma historia ofreciera información de los dos
dependiendo de cómo se lea. Quiero ver a ese profesional que se esfuerza por
ser un buen actor y al personaje que apenas puede confiar en nadie. Pero llega
un momento, del que no soy consciente, a partir del cual los dos se unen. Y
entonces me olvido de que estoy en el cine.
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