Monólogo exterior : El edificio estaba
dedicado a la venta de materiales para la cocina y el baño, con una pared en la
que se habían taladrado en planchas negras varias palabras relacionadas con lo
que ofrecían en el interior, formando un texto de sustantivos con letras lo
suficientemente grandes como para leerlas desde bastante distancia.
Si no fuera por el pequeño cartel
que anuncia que el negocio se ha trasladado, podría pensarse que nada ha
cambiado porque el exterior sigue igual. No hay ningún signo que indique
abandono. Nadie ha pintado en sus muros. No se ve ninguna puerta forzada. Parece,
incluso, que alguien viniera a limpiarlo de vez en cuando como la lápida de
alguien querido.
Ahora que está vacío, el edificio
se hace más visible en sus detalles, que piden ser observados con la misma
tranquilidad que se le concede a lo expuesto en un museo. Y como en un museo, también se presenta la parte lúdica: puedes jugar a
combinar fragmentos de las palabras para crear unas nuevas. Así se pasa la tarde.
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