Salvad Venecia : El
flotador que está colocado junto a la piscina tiene una función que va más allá de
la seguridad. Basta con situarse junto a él y apoyarse en la valla que rodea a
la piscina para imaginar que se está rodeado por un mar tranquilo con decenas
de delfines nadando junto al crucero en el que navegamos. El rumor que llega no
es el del cuarto que tenemos bajos los pies con el filtro de la piscina, sino
el de la lejana sala de máquinas en la que unos grandes motores mueven las
hélices del crucero por la travesía de hoy, que he decidido que atraque en San
Petersburgo, Venecia y Túnez. Miro la hora: en cinco minutos pasaremos por
delante de San Marcos. Es una lástima que toda la chiquillería de la piscina y
sus padres no lo sepan. Cualquier persona con un mínimo de juicio se opondría a
ese desfile de cruceros por Venecia, pero la imagen de San Marcos desde la
barandilla del último piso del barco es algo que no se olvida. Todo se
desarrolla exactamente como lo recordaba. Cuando termina me vuelvo a pasar al
bando de los que piensan, con razón, que esta afluencia de grandes barcos por
Venecia es una salvajada.
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