La pierna derecha de Tori Amos : Me
paso treinta y seis minutos y treinta y dos segundos, cinco kilómetros, viendo
vídeos de Tori Amos en la pantalla de la cinta de correr. La máquina permite
elegir entre varios paseos virtuales por San Francisco, bastantes canales de
televisión y emisoras de radio de las que nunca he oído hablar, pero hoy
prefiero fabricarme un tour a medida por lo mejor de Tori Amos. Kilómetro tras
kilómetro, compruebo que sus vídeos aguantan el paso del tiempo mucho mejor que
los de Kate Bush y, respecto a sus canciones, uno no debería morirse sin haber
escuchado algunas de ellas.
Sin embargo, hay un gran tema suyo, “A Sorta Fairytale”, aquí, con un vídeo bastante extraño. Durante tres
minutos y cincuenta y nueve segundos cuenta la historia de amor entre una Tori
Amos que tiene como cuerpo una pierna y un Adrian Brody que solo tiene un brazo
que le sale de la cabeza. La imagen de Tori Amos me parece bastante apropiada para
tenerla de fondo mientras corro, así que me pongo el video varias veces.
Demasiadas.
Cuando termino, me encuentro como
si se me hubieran desatado en la cabeza un par de esos nudos que había dado ya
por imposibles. No sé qué se debe al ejercicio ni qué a la música o al vídeo de
“A Sorta Fairytale”. El caso es que la realidad se me presenta como una
sucesión de detalles significativos que merecen ser observados con atención. En
la ducha, por ejemplo, donde antes solo había una guía con dos tornillos, ahora
veo claramente un rostro impasible, profesional, al que no le cambia el gesto
lo que tenga enfrente. Le pregunto en qué vídeo ha salido sin obtener
respuesta. Me seco rápidamente para descubrir las aplicaciones de esta
habilidad, espero que totalmente inútiles, antes de que desaparezca.
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