El baile de la goma : El lápiz que
utiliza Daniel para hacer los ejercicios de lengua está mordido en el centro, entre la punta y la goma. Parece
que lo hubiera hecho Bernie, el hámster, al que es posible que por las noches Daniel
le pase el cuaderno y el lápiz para que le eche una mano. Una pata. Las noches
de Bernie deben ser largas y aburridas, por lo que este tipo de ejercicio no le
vendría mal. Me lo imagino royendo el bolígrafo y pensando si royendo se
escribe con i griega o con elle.
En cualquier caso, los ejercicios
son sencillos, diseñados para la falta de atención de las largas tardes de
verano. Un saco colgado del techo al que darle unos cuantos golpes para no
perder la forma. Echo de menos esa sensación de recibir una hoja corregida sin ningún
círculo rojo. Tal vez sea eso lo que busquen los que hacen sudokus o
crucigramas, volver a ese momento en el que se habían dado todas las respuestas
y todas erran correctas.
Una frase dice “En Navidad comemos
turrón, polvorones”. Otra, “En invierno hace frío, hace viento”. Abajo, en la
piscina, cada día la sombra cubre un poco antes la superficie. Los niños van
apurando estos últimos días con la misma intensidad que el primero. Los padres
se detallan las vacaciones en las sillas de plástico sin buscar ya la
protección de las sombrillas. Abundan los detalles pero falta la ilusión del
plan.
He entrado en el cuarto porque este
silencio de concentración es acogedor. No digo nada. Ni eso está bien. Ni ahí
te has equivocado.
El baile de la goma reproduce el de
la mina sobre la hoja, así que se puede decir que lo que está escribiendo el
lápiz por un lado, lo está borrando por el otro. Todo esto que está sucediendo también
está desapareciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario