Curso de cizalla
: La señal con la P de Parking y el perro atado a ella está junto a una
ferretería. No sé si es un artículo de muestra o si pretende que dejes ahí a tu
perro mientras compras alcayatas o masilla para la bañera. Me alegro de no
tener perro y de no necesitar una alcayata porque estaría dándole vueltas al
tema bastante tiempo.
Las ferreterías son igual que las
farmacias. Que existan son una prueba de que tu casa más pronto o más tarde va
a empezar a venirse abajo, igual que tu cuerpo, al que tendrás que ir
apuntalando receta a receta. A pesar de eso, en ambos sitios me encuentro bien.
Tal vez todo se deba a ese orden perfecto que tienen las ferreterías y las
farmacias. Cada cosa en su sitio y, al frente, alguien amable, sin nervios,
simpático, que parece que esté sustituyendo un momento al tipo amargado,
irascible y ceñudo que uno se imagina atendiendo un negocio así. Tanto orden
para ocultar la evidencia de una decadencia que se va produciendo lentamente : la
entropía y todo eso, que parece más lejana esta mañana.
Hay bastantes personas en el mostrador
de la ferretería. Es gente decidida que aprovecha el sábado por la mañana para
comprar lo que necesita en su casa. No están desayunando en una terraza (mal),
ni comprando el periódico (mal), ni pidiéndole a la chica de ls pastelería una
barra de pan muy crujiente (mal). Para ellos el sábado es un día laborable en
el que trabajas en tu casa. Un hombre alto, calvo, sí, calvo, y él lo sabe, le pide
algo al dependiente. Aunque los dos se están hablando, prestan atención al
movimiento que el primero hace con los dedos, como si estuviera modelando con
aire aquello que necesita. El dependiente asiente como si estuviera todo claro.
El que desayuna en la terraza, o el que compra el periódico o el que insiste con la barra de pan, en el fondo, lo que quisieran, es hacer lo mismo con sus manos. También, vale, incluyamos a los que se quedan mirando la señal del parking de perros y más tarde escriben unas cuantas frases. Para todos nosotros se inventó el blíster con las alcayatas, la bandeja con la carne picada y el tertuliano que con su discurso sobre la crisis nos ata a la pared.
El que desayuna en la terraza, o el que compra el periódico o el que insiste con la barra de pan, en el fondo, lo que quisieran, es hacer lo mismo con sus manos. También, vale, incluyamos a los que se quedan mirando la señal del parking de perros y más tarde escriben unas cuantas frases. Para todos nosotros se inventó el blíster con las alcayatas, la bandeja con la carne picada y el tertuliano que con su discurso sobre la crisis nos ata a la pared.
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