sábado, 9 de junio de 2012

La bicicleta de Regina




La bicicleta de Regina : Al salir del restaurante, con la felicidad básica que da el llevarse puesto un salmorejo y unos filetes, y dos copas de vino y un saco de hojaldre relleno de crema de bacalao, veo un árbol y una bicicleta, lo que me parece una buena forma de terminar la comida y de empezar la tarde. El concepto de bicicleta debió nacer de alguien que, mirando un tronco, se dijo “qué bien quedaría ahí apoyada”. Lo que no sé es en qué pensaría el que diseñó el saco de hojaldre con bacalao.

Preparo el iPhone.

Espero a que pase un grupo de turistas que viene por la derecha, otro por la izquierda, y me acerco a ver la bicicleta, que parece doblada sobre sí misma, abandonada y en los huesos. Cabrones, pienso. Me aproximo con un poco de lástima, pensando que a las bicicletas habría que protegerlas por lo próximas que están al reino animal. Veo entonces que lo que parece un triste accidente es el resultado de una estrategia bien pensada, a saber : las dos ruedas y el cuerpo de la bicicleta están cogidos con un gran cepo al tronco del árbol. Sólo faltan el sillín y las cadenas.

Así que por aquí vive una mujer (porque sí, una mujer) a la que le han debido robar varias bicicletas de golpe o a plazos. Cabrones, vuelvo a pensar. Una mujer (decidido, una mujer) que muchas veces ha pensado en tirar la toalla y en viajar en metro o en autobús o en comprarse un coche de segunda mano para no llevarse un disgusto cada mañana al verse con menos bici o sin bici, directamente. Pero es posible (sigamos imaginando) que esté en ese punto en el que ya no pueda tirar la toalla en nada más (razones no faltan) y se haya plantado en el tema de la bicicleta. Por sus santos pedales.

La solución no es práctica, porque hay que subirse y bajarse de casa con la cadena y el sillín y dedicar tiempo a montarla y desmontarla. Y qué más da. Lo importante es que, a través de esa bicicleta, ella se aferra al árbol, y a través del árbol, a sí misma.

La tarde empieza, definitivamente, cuando en la plaza de Santa Ana veo un cartel con la cara de Regina Spektor anunciando su concierto del nueve de julio. ¡Y en el Price! ¡Bienaventurado el que tuvo esta idea y bienaventurada ella por aceptar! Le tomo el nombre prestado para la dueña de la bicicleta. Sea, pues.

Hago la foto.

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