Exceso de reducción
: Hace sol y debería ponerme una gorra, pero quiero ser ese guiso que se va
reduciendo por el calor hasta quedarse en sustancia y que así en mi cabeza solo
floten frases geniales, ideas deslumbrantes, conexiones ahora insospechadas.
Venga el sol.
Los enanos tienen la clase de
pádel. Sus sombras, retrasadas, no van acompasadas con sus movimientos. El
profesor se pasa la mano por la cabeza y en un momento en el que los enanos
beben agua se acerca a confesarse.
-Trece años dando clases. Antes
podía con todo, pero ahora un sol así me mata.
El calor vuelve la pala de pádel
más pesada, eleva la red, pega las suelas de las zapatillas, hace que las
pelotas boten menos, frena lo que el profesor dice para llegue con algo de
retraso al que espera la bola, densifica las sombras, convierte la realidad en
la fina ranura con la que los ojos tratan de defenderse, solidifica el silencio
y muestra más grande el cielo, más rotunda la mañana.
Durante esa confesión, los enanos
beben con una furia que le da plenitud de músculo al verbo: se podría tocar
ahora y pasar los dedos por sus fibras, tensas, a punto de estallar. Todo en
ese instante tiene un sentido básico, anterior al lenguaje, que llega un poco
tarde, lo sé. La fuerza de ese acto consigue que todo, alrededor, sea un
satélite sin importancia. Quince, diez segundos como mucho. Después la
realidad, vencida en ese punto como una bola de acero sobre una sábana, vuelve
a estirarse y yo con ella, integrándome de nuevo en el sol.
La única sombra afortunada es la de
la botella de agua que han dejado a mis pies. Las demás parecen sujetar los
objetos a los que están atados para que el peso del sol no los derribe. Esta es
más frágil, tal vez incluso fresca. En cualquier caso, como sombra que es,
también se esconde del sol : si no la miro, permanece quieta. Sólo avanza si la
observo un buen rato.
Por eso la mañana transcurre tan
despacio. Todas las cosas están frenadas por la sombra que arrastran. La clase
hoy parece eterna y al ver al profesor siento lástima.
-Además – añade – Esta es la peor
pista de todas. No sólo no está cubierta, sino que, en invierno es la más fría
porque no tiene nada que la proteja por este lado.
Tiene razón. He pasado mucho frío
sentado en este banco. Hoy toca calor. No importa. Que el sudor caiga por mi
frente es señal de que ya se me va reduciendo el guiso de ideas en el que me
muevo. Perfecto. Para cuando termine la clase seré capaz de exponer unas
imágenes sorprendentes.
Ese era el plan, pero cuando
reacciono la reducción es absoluta y no da para una presentación, ni para un
nudo ni para un desenlace. Como mucho, para esto, pequeño pero rotundo, sin caldo. Fin.
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