La tecla muda : Observo la lata de atún
desde la perspectiva del que ha cenado y no tiene hambre. Lo que más me gusta
de la lata es la facilidad con la que se abre, tirando de una esquina, con el
gesto confiado del que desplaza la sábana para dormir. Mil veces se hace y mil
veces sale bien. Lo que menos me gusta es encontrarme el atún desmigado
(desmigajado también vale), como si hubieran echado los restos de la lonja
después de barrerla. Un jarrón de escamas roto, en fin.
Observo la lata y, por ese impulso
de no estar donde estoy, me imagino que se trata de una lámpara mágica. Pienso
en lámpara y me encuentro dentro de una película de dibujos animados con esa
lámpara arquetípica (supertípica también valdría) que acaba con mi imaginación.
Una imaginación que lleva, nada es inocente, el copyright de Disney. Si sigo en
mi empeño de ver así la lata, ya no puede ser desde el palco de la imaginación,
así que haga el favor de salir sin armar ruido.
Salgo de Disney y entro de nuevo en
la cocina y en la lata de atún. Sigo en mi empeño de imaginarla como un objeto
mágico que, al ser frotado, hace salir por el hueco de la tapa, oliendo a
aceite de oliva, a un genio con cuerpo de atún y voz de Clint Eastwood. Lo de
la voz de Clint Eastwood es importante. Lo del cuerpo de atún es por motivos
estéticos, porque uno piensa en cosas agradables al ver un atún nadar :
fluidez, decisión, vida, esas cosas. Nada que ver con el panga, un animal que
nos comemos porque de él solo sabemos su nombre, y gracias.
El caso es que necesito a ese genio
porque he pasado la tarde con la PSP en la mano matando una medusa mitológica pero
recibiendo la venganza (es un juego inteligente) de la segunda, que no esperaba
a que sonara el gong para salpicar con mi sangre la pantalla de la consola. Sangre.
Y más sangre. Y sangre otra vez. La aplicación del teorema de la prueba y del
error que iba sumiendo a Daniel en un silencio más y más profundo en el que se
iban diluyendo su admiración por mí, su pasión por el juego y su ilusión por la
vida, en general. Su fe ilimitada en mis pulgares, ganada en juegos donde la
suerte importaba más que la habilidad, ha ido desapareciendo partida tras
partida porque aquí la suerte no vale nada. Y mis pulgares, menos.
De Internet esperaba el guiño
cómplice de la pareja en una partida de cartas, pero hoy o no estaba de humor o
no tenía nada que hacer con su mano. Las redes que he echado a Internet han
subido a cubierta con objetos imposibles, como el bolso de una cleptómana
después de visitar varias tiendas chinas. “Matar Medusas PSP God of War” o
“Kratos PSP matar Medusas” o “PSP trucos Kratos Matar Medusas”. En cualquier
caso, matar medusas. Y los resultados han sido decepcionantes. Más respuestas
habría encontrado con “Cómo pasar por puerta giratoria”. Yo qué sé. Decepción
total.
Aquí se podría haber acabado la
historia porque una retirada a tiempo también puede ser una lección para un
hijo (En el fondo, todo es una lección, buena, mala, útil, inútil). Pero, cosas
de ser de letras, que el protagonista se mueva en el terreno mitológico es algo
que, por ser preciso, me llega (en plan público de OT con sus ídolos). Así de
implicado estoy. Además, creo que son estos pequeños detalles los que acaban
teniendo grandes efectos en la personalidad de un niño. Parece que no pasa nada
y, ya de mayor, te das cuenta de que cualquier tema que interpretes se viene
abajo al presionar esa tecla que se quedó muda esa tarde en la que tu padre no
te ayudó a pasar la escena de las medusas en la PSP. Que somos así de
complicados.
Acudo a la lata de atún natural y la
froto con cuidado. Invoco al genio del mar. Sólo necesito un único deseo, así
que los otros dos los eliminaré como si fueran la bebida y el postre que me
ofrecen por teléfono cuando sólo quiero la pizza. De repente hago la asociación
que cualquier habría hecho ya hace un par de párrafos entre las medusas y los
atunes como animales marinos. Es posible que haya alguna conexión familiar.
Algún mito perdido en el que un atún yace con una medusa y de ahí sale un dios
de segunda división, más bien feo y con poderes intermitentes y sin mucha
utilidad (abrir una puerta con una radiografía o saber en qué momento dar la
voz de alto al frutero para que las manzanas no sobrepasen los dos kilos que
hemos pedido). Un dios al que nadie hizo mucho caso y que se hizo un hueco
entre las criaturas abisales describiéndolas lo feos que eran los que vivían en
la superficie. Puede, en fin, que de la lata salga una medusa de verdad para
vengar al atún y demostrarme que en el terreno real puede sacudirme igual que
en el virtual.
Me habría gustado escuchar a un
atún con la voz de Clint Eastwood. No soy valiente : me sirvo un vaso de leche
y me marcho.
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