lunes, 25 de junio de 2012

La tecla muda




La tecla muda : Observo la lata de atún desde la perspectiva del que ha cenado y no tiene hambre. Lo que más me gusta de la lata es la facilidad con la que se abre, tirando de una esquina, con el gesto confiado del que desplaza la sábana para dormir. Mil veces se hace y mil veces sale bien. Lo que menos me gusta es encontrarme el atún desmigado (desmigajado también vale), como si hubieran echado los restos de la lonja después de barrerla. Un jarrón de escamas roto, en fin.

Observo la lata y, por ese impulso de no estar donde estoy, me imagino que se trata de una lámpara mágica. Pienso en lámpara y me encuentro dentro de una película de dibujos animados con esa lámpara arquetípica (supertípica también valdría) que acaba con mi imaginación. Una imaginación que lleva, nada es inocente, el copyright de Disney. Si sigo en mi empeño de ver así la lata, ya no puede ser desde el palco de la imaginación, así que haga el favor de salir sin armar ruido.

Salgo de Disney y entro de nuevo en la cocina y en la lata de atún. Sigo en mi empeño de imaginarla como un objeto mágico que, al ser frotado, hace salir por el hueco de la tapa, oliendo a aceite de oliva, a un genio con cuerpo de atún y voz de Clint Eastwood. Lo de la voz de Clint Eastwood es importante. Lo del cuerpo de atún es por motivos estéticos, porque uno piensa en cosas agradables al ver un atún nadar : fluidez, decisión, vida, esas cosas. Nada que ver con el panga, un animal que nos comemos porque de él solo sabemos su nombre, y gracias.

El caso es que necesito a ese genio porque he pasado la tarde con la PSP en la mano matando una medusa mitológica pero recibiendo la venganza (es un juego inteligente) de la segunda, que no esperaba a que sonara el gong para salpicar con mi sangre la pantalla de la consola. Sangre. Y más sangre. Y sangre otra vez. La aplicación del teorema de la prueba y del error que iba sumiendo a Daniel en un silencio más y más profundo en el que se iban diluyendo su admiración por mí, su pasión por el juego y su ilusión por la vida, en general. Su fe ilimitada en mis pulgares, ganada en juegos donde la suerte importaba más que la habilidad, ha ido desapareciendo partida tras partida porque aquí la suerte no vale nada. Y mis pulgares, menos.

De Internet esperaba el guiño cómplice de la pareja en una partida de cartas, pero hoy o no estaba de humor o no tenía nada que hacer con su mano. Las redes que he echado a Internet han subido a cubierta con objetos imposibles, como el bolso de una cleptómana después de visitar varias tiendas chinas. “Matar Medusas PSP God of War” o “Kratos PSP matar Medusas” o “PSP trucos Kratos Matar Medusas”. En cualquier caso, matar medusas. Y los resultados han sido decepcionantes. Más respuestas habría encontrado con “Cómo pasar por puerta giratoria”. Yo qué sé. Decepción total.

Aquí se podría haber acabado la historia porque una retirada a tiempo también puede ser una lección para un hijo (En el fondo, todo es una lección, buena, mala, útil, inútil). Pero, cosas de ser de letras, que el protagonista se mueva en el terreno mitológico es algo que, por ser preciso, me llega (en plan público de OT con sus ídolos). Así de implicado estoy. Además, creo que son estos pequeños detalles los que acaban teniendo grandes efectos en la personalidad de un niño. Parece que no pasa nada y, ya de mayor, te das cuenta de que cualquier tema que interpretes se viene abajo al presionar esa tecla que se quedó muda esa tarde en la que tu padre no te ayudó a pasar la escena de las medusas en la PSP. Que somos así de complicados.

Acudo a la lata de atún natural y la froto con cuidado. Invoco al genio del mar. Sólo necesito un único deseo, así que los otros dos los eliminaré como si fueran la bebida y el postre que me ofrecen por teléfono cuando sólo quiero la pizza. De repente hago la asociación que cualquier habría hecho ya hace un par de párrafos entre las medusas y los atunes como animales marinos. Es posible que haya alguna conexión familiar. Algún mito perdido en el que un atún yace con una medusa y de ahí sale un dios de segunda división, más bien feo y con poderes intermitentes y sin mucha utilidad (abrir una puerta con una radiografía o saber en qué momento dar la voz de alto al frutero para que las manzanas no sobrepasen los dos kilos que hemos pedido). Un dios al que nadie hizo mucho caso y que se hizo un hueco entre las criaturas abisales describiéndolas lo feos que eran los que vivían en la superficie. Puede, en fin, que de la lata salga una medusa de verdad para vengar al atún y demostrarme que en el terreno real puede sacudirme igual que en el virtual.

Me habría gustado escuchar a un atún con la voz de Clint Eastwood. No soy valiente : me sirvo un vaso de leche y me marcho.

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