Muchas noches : Metódicamente, una
noche comienza ensayándose en pequeños agujeros, recovecos y, como veo,
vasijas. Ahí se tantea y va avisando de que se acerca. Mientras, otra noche se
afila en las esquinas y otra oscurece un horizonte por el que cruzan unos
aviones, llevándose los últimos brillos del día.
Me quedo con la de la vasija. Me
gusta ver cómo se acerca al borde y va borrando su silueta. De la otra parte del
jardín me llegan las voces de los niños y los adultos mientras
recogen las pequeñas pelotas de colores que nos hemos estado tirando. Ha sido
una tarde en la que siempre había un niño llorando (y una madre cogiéndolo y
susurrándole) o enfadado o peleado o exigiendo atención en su cuna o
corriendo o sorprendido con esa risa contagiosa con la que te dice lo contrario
de lo que escuchas (nada, no he hecho nada). Ahora todos recorren el césped y
miran entre las plantas como si recolectaran fruta madura. Lucía lleva la caja
transparente en la que se van guardando todas.
Hay otra noche, la que ya nos va
templando, que espera a que aparezca la última pelota.
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