"Sin título" : En el bulevar de
Salvador Allende, en Alcobendas, se expone una serie de fotografías de Chema
Madoz, que es mi fotógrafo personal. En la presentación se dice “Definir a
Chema Madoz como uno de los fotógrafos españoles más importantes de la
actualidad resulta evidente”. Mal empezamos con este arranque : no me gusta esa
evidencia porque no aporta pruebas y porque, ya puestos, describir algo
evidente resulta absurdo, que para algo es evidente. ¿No? ¿Sí?. Tal vez sea que
el calor hace que lea las cosas demasiado despacio y estos textos sean para
pasar por ellos a gran velocidad.
No sigo leyendo. Paso directamente
a las fotografías, expuestas a gran tamaño por este bulevar (zona franca
entre dos carriles que van en un sentido y en otro), de dos en dos, en una
serie de soportes alejados de sí. Veo una y surge el primer problema : hace
calor y hemos traído a dos niños sin gorras y sin agua, lo que nos obliga a
pararnos antes de empezar porque el sol golpea como si quisiera clavarnos en la
acera. Una buena excusa para comprobar la ley de la oferta y la demanda : la
misma botella de agua cuesta 1,50 en un bar y 1,20 en una máquina, razón por la
cual le murmuro a la máquina que, cuando inicien su conquista mundial contra la
raza humana, cuenten conmigo.
(Te quieren mucho cuando regresas
con dos botellas de agua fría bajo un sol implacable)
Hidratados y satisfechos, empezamos
el recorrido por la exposición, montada por el equipo de Photoespaña 2012 para
alegría de los que tenemos hijos en edad de aprender y ganas de dar por
estrenada esta temporada de fotografía. Las fotografías son grandes, en blanco
y negro, y están centradas en objetos. Pararse delante de ellas es jugar a
encontrar el truco, lo que las hace muy pedagógicas y divertidas, si ambos
conceptos pueden ir juntos. Madoz es un autor para adultos. ¿Puede ser apto
también para niños?. La respuesta no la tengo en este párrafo. Hay que esperar
un poco, aunque para los impacientes ya he dejado ahí esa mención a los trucos.
Las fotografías de Chema (he visto
tantas que le voy a tutear) son tan buenas que aunque muchas me las sepa me
siguen gustando. En el centro siempre hay un objeto cuyo sentido es modificado
por un accesorio, por el entorno o por una aplicación inusual del dicho objeto.
Ha salido una frase académica, pero tan buena que me gustaría traducirla al
alemán para sentir su rotundidad (como repasar con un bolígrafo un dibujo con
lápiz y pasar después la goma). Voy a añadir algo que se ha dicho, pero con una
interpretación distinta. Su trabajo (me vuelve a salir el académico que nunca
seré) es literario no sólo por el lenguaje (ese aliento de greguería, por
ejemplo) sino porque me provoca los mismo efectos que un buen texto. Lo veo y
siento la urgencia de experimentar con la realidad como hace él, convencido de
que lo que tenemos delante es sólo una posibilidad y de que todo son piezas que
pueden combinarse para arrancar nuevos significados. Queda dicho.
Mientras, los enanos, ajenos a
estos párrafos que me construyo en cuanto tengo un momento, van pasando de
fotografía en fotografía, atentos a la pista de cada adivinanza. “En un puerto
hay un velero, y un catamarán y una lancha y el último ya te lo he dicho”.
Disfrutan cuando encuentran el punto en el que dos elementos contradictorios
coinciden, como la punta de dos espadas tocándose. Algo brilla dentro y no
pueden evitar una sonrisa como respuesta a ese placer que es puramente
intelectual. Cada risa les deja con ganas de más, así que, corriendo unos
metros por delante de nosotros, van anticipándose para asegurarse de que son
los primeros en enfrentarse a cada fotografía. Si algún cuadro se les resiste,
escuchan con la atención absoluta del que necesita encontrar el camino para
volver a casa. Están tan dedicados a este juego que se olvidan de su sed :
todavía no han abierto la segunda botella.
Resulta difícil actuar como el padre que te
gustaría ser en vez del que realmente eres. No van a jugar al fútbol si tú no
lo haces. Ni tampoco se aficionarán a la cocina si tú apenas pasas tiempo en
ella. Puedes fingir, pero al final acabarás atrayéndolos a tu propia órbita. La
ley de la gravedad también funciona en las relaciones familiares. Ni fútbol ni
cocina, pero se irán acercando poco a poco a la fotografía, como ahora. Que
disfruten de Madoz me alegra porque te alimenta jugando y porque, como decía al
principio, lo tengo como fotógrafo personal. Pero esto merece estrenar otro
párrafo.
Digo personal porque su trabajo
define bastante bien cómo funciona mi cabeza. Como él, yo suelo pensar usando
imágenes independientes, como pequeñas islas en un archipiélago. Me resulta
imposible establecer rutas entre ellas, por lo que no solo no sé moverme por
una ciudad marcando origen y destino, sino que, temporalmente, tampoco puedo
fijarlas a una fecha. Si me preguntan de cuándo es algo que recuerdo, mi
respuesta es la que aparece en todas las fotografías de Madoz : “Sin título”.
Así que se puede decir que,
paseando en esta exposición al aire libre, también están haciéndose una idea de
cómo es mi cabeza por dentro. Ni cifras, ni series, ni fechas ni
argumentaciones basadas en datos guardados en la memoria. Sólo imágenes
bastándose a sí mismas. ¿Se puede vivir así? Hay que vivir así.
Cuando llegamos a la última
fotografía los enanos parecen un poco decepcionados. Querían más. Al descubrir
que se ha acabado, notan, de golpe, el cansancio y el calor que el propio juego
había mantenido alejados. Se sientan a la sombra de una fotografía. Me da por
pensar que la sombra de una fotografía en blanco y negro será más fresca que la
de una de color.
Y abren la botella que les
quedaba.
Gracias Madoz, gracias Fran ¡¡¡
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