Los pies del
vencedor : Las manos son nuestras mejores herramientas. Abren la lata de
mejillones, te rascan la nuca, tienen uñas que morderse, te ayudan a quererte
y, ya ves, sirven para teclear cualquier cosa que se te pase por la cabeza con
una fidelidad que, a mí, me enternece.
Marmóreo. Lo pienso y lo escriben.
Frente a las manos, tan alabadas en
el tema evolutivo, el pie parece ese pariente lejano que hace su función sin recibir
atención, como el camarero que barre la sala antes de apagar la luz.
Y lo entiendo: los pies, no sirven
para teclear (no mostraré las pruebas) y parecen estar ahí para ser el relleno
de los zapatos, como parte del cuerpo que más nos une a los maniquíes. Los pies
tienen su sitio después de un “sin embargo” como el pararrayos que puede
recibir malas críticas para que el resto del cuerpo conserve los halagos. ¿Quién
se molesta si le dicen que, sin embargo, tiene los pies feos? Es una forma indirecta
de decir que el resto está bien y que sólo se ha encontrado algo que criticar
en el último punto de la ITV.
Ahora en la piscina se ven muchos
pies. Me fijo en los de mis hijos, suaves y blandos. Comparados con los míos
parecen todavía cachorros.
Por la noche, durante el partido
contra Portugal, pienso en pies. En la tanda de penaltis, las manos aparecen
poco. Son los pies los que acaban decidiendo todo, reivindicándose. A ninguna
guapa reportera se le ocurre pedirle a uno de los jugadores que han marcado un
penalti que le muestre sus pies a las cámaras : después de un combate de boxeo,
me gustaría que me enseñaran las manos sin guantes del vencedor.
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