viernes, 16 de mayo de 2014

A merced de las mareas




A merced de las mareas : Ver las dos esquinas del faldón del toldo rasgadas tiene su encanto: te asomas a la terraza esperando encontrarte en mitad de un océano, zarandeado por el viento, con el vigía listo, las cañones preparados, los cabos tensos, el futuro escrito en las nubes y los pies interpretando el movimiento del agua a través de la madera de la cubierta. Todo envuelto en cierto aire de revancha y la promesa de unas monedas de oro con las que, más que comprar el futuro, poder justificar el pasado.

Por eso no había mujeres en las tripulaciones piratas: ya está avisado el que montó el toldo para que venga a cambiar la vela rota por el faldón nuevo, el mar por la piscina, el puesto de mando por la barra de la terraza, los cabos tensos por los zapatos desabrochados, el vaivén del suelo por la firmeza de la rutina, la revancha por la aceptación y las monedas de oro por las cifras de la nómina.  

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