El viaje de las medusas : La nutria,
que tiene para sí un espacio del tamaño de un ático, no aparece. No, no está, y compruebo
que los visitantes pasamos más tiempo frente a las zonas del acuario en las que no
encontramos al animal que frente a las otras. Todos pendientes, hasta los
niños, de alguna pista que la delate, pero la nutria debía tener algo
importante que hacer y, como su posición se lo permite, se ha marchado sin
dejar ninguna indicación. Quizás en la tercera visita al acuario de Gijón
logremos verle la cara.
Lo que sí se ve a primera vista es
el baile de gelatina de las medusas, sugerente, como si conservaran una definición de
elegancia prácticamente extinguida. Pueden ser unas treinta (aunque solo una
bastaría) moviéndose bajo una luz azul en un recinto que parece el pasillo de
cristal de una nave espacial. Nadie les presta atención, lo que me sorprende.
Tal vez haya que forzar una mirada líquida, menos sólida, para descubrir en esa
danza de fantasmas cruzando el espacio la pregunta que en el resto de los
animales permanece más escondida : las medusas la exponen de forma directa. Aún así, sigo siendo incapaz de formularla con palabras.
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