Un mínimo cambio de agujas : En los
terrenos en los que se levanta el hospital, hace unos años había dos grandes
piscinas muy frecuentadas en verano. Es ese tipo de recuerdo que se comparte en
la conversación de la habitación de un enfermo. Todos los que hablan, menor yo,
se bañaron alguna vez en esas piscinas, lo que provoca que durante unos minutos
se alejen al pasado mientras yo me quedo de guardia en el presente. No sé por
qué, pensaba que las piscinas eran intocables y que, al definir tanto un
espacio, se hacía imposible que desaparecieran.
Una de las que se bañaron en esas
piscinas fue mi madre. Hubo un día en el que, sin saberlo, iba a nadar en ellas
por última vez. Pensaría que volvería, pero se produjo un mínimo cambio de
agujas, y su vida siguió un camino distinto que la alejó de las dos piscinas.
Ahora regresa a ellas, aunque sea en la charla de la habitación que ocupa.
No toda la relación con el agua se
ha evaporado porque a pocos metros del hospital pasa el Manzanares. A la
salida, camino del coche, veo a una mujer en una silla de ruedas mirando el
agua. Me asomo. No es una gran vista, pero del río llega un aire fresco que
parece estimular los olores de la escasa vegetación que hay alrededor.
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