jueves, 13 de septiembre de 2012

Así nos vamos hundiendo




Así nos vamos hundiendo : El restaurante del centro comercial en el que comemos juntos los jueves cambia de local. El nuevo, al final de un largo pasillo con tiendas que llevan cerradas mucho tiempo, parece una mezcla de discoteca y comedor chino : cada fracaso empresarial ha dejado su rastro. Al ver cómo ha bajado el nivel de la comida, sabemos que éste va a acabar igual. El bufet de ensaladas sólo ofrece la guarnición de una ensalada y las cuatro paellas  de las que te podrías servir, y que constituían el principal reclamo, se han convertido en una ración pequeña que te traen directamente desde la cocina.

Los camareros nos sirven como si supieran que ésta es nuestra última cita. Supongo que por su trabajo sabrán interpretar algunos signos de que lo nuestro, definitivamente, se ha acabado. Podemos aceptar lo de la ensalada e, incluso, lo del arroz, pero que la hamburguesa de pollo no venga con la cebolla caramelizada es la prueba de que ya estamos unidos a la crisis como esas parejas que corren con una pierna atada.

En la mesa de al lado la conversación se interrumpe cuando les sirven el segundo plato. Uno también dice algo sobre la cebolla caramelizada.  

Pagamos en una barra acolchada que debía hacer juego con los labios operados de las mujeres que tomaban algo aquí a las tres de la mañana. Dan ganas de pedir un gin tonic y de buscar una pantalla en la que pongan un partido de fútbol americano con el que no pensar en nada. La mujer me gira el lector de la tarjeta. Debería escribir algo para suavizar la despedida, pero no encuentro qué añadir. Lo único que sé decir con números es Hells Bells, sustituyendo cada letra por un número y leyéndolo al revés. Demasiado complicado para el adiós. Y poco apropiado. Finalmente tecleo el pin.

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