Quince
mil millones de años después, esto : El vacío, la nada, el Bernabéu un
martes por la mañana. Y se enciende el interruptor y el Universo sale en
estampida desde dentro de sí mismo como un grupo de niños invadiendo el pasillo
después de clase para no dejar de correr.
Quince mil millones de años después,
¿qué?
Esto : en la mesa de al lado, unos
padres jóvenes hablan con una mujer que les acompaña. El tema es el jamón de
york. Da mucho de sí si se sabe manejar, como con las pompas : puedes hacer una
con un pqueño aro de plástico o unir dos varas alargadas con una cuerda, sumergirlas en
un barreño, y crear una pompa sideral. Este jamón de york es sideral. La niña en
el carrito llora y yo me pregunto por qué, de todas las mesas libres que hay en
la cafetería, me he sentado en ésta. Ahora me resulta violento cerrar mi libro
y marcharme a otra. Tengo estas cosas. Aprieto la mano izquierda contra el oído
izquierdo (hacerlo contra el derecho habría llamado la atención) y me fijo tanto
en el libro que si quisiera mi mirada haría surcos debajo de cada palabra. Así
de intenso me vuelvo para aislarme del jamón de york, de la niña que llora, de
mi propia facilidad para desconcentrarme. Con lo bien que iba, deslizándome
suavemente por los párrafos. Ahora me muevo despacito entre las palabras, como
hago cada vez que descubro que la señora de la limpieza acaba de fregar el
pasillo que lleva al garaje y, más que andar, doy pequeños saltos de puntillas,
pidiendo perdón con cada huella minúscula que dejo. Algunas palabras las tengo
que leer dos veces, lo que hace que necesite el doble de tiempo para llegar al
mismo sitio o, ya puestos, que sólo pueda avanzar la mitad en los treinta
minutos que tenía libres. Hay muchos sitios para hablar del jamón de york
(siguen) con una niña al lado que llora (sigue), pero el pequeño retablo
familiar desentona en la cafetería del Cosmocaixa, donde, me imagino, se
deberían tratar temas elevados, acordes con las exposiciones. No es así : no
había ninguna dedicada al jamón de york. Voy a tener que desistir de mi empeño por
leer porque volver por tercera vez a la misma palabra es un ejemplo de
gatillazo lector. Hay que admitir que he perdido la erección lectora. No pasa
nada. Cierro el libro. Queda un poco de tiempo hasta que los mellizos salgan de
la actividad en la que están. ¿Qué hacer? Había un rostro de Einstein a base de
dados. Puedo ir a hablar con él (mentalmente) y preguntarle si él piensa que en
esa clase que salía disparada por el pasillo (tiempo, espacio y materia) ya
estaba contemplado este momento, lo que lo justificaría plenamente
(¡plenamente!) o si, por el contrario, que seamos como somos en esta esquina de
la cafetería es la muestra de que la fuerza de la expansión del universo hace
tiempo que se acabó y ahora vivimos cierta inercia desorientada, como esas
ruedas que aparecen en la pantalla después de un choque rodando y golpeándose
contra todo hasta quedar definitivamente quietas. A Einstein le puedo hacer la
pregunta así, sin tiritas, que él lo vale.
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