Dos geishas
gallegas : Si miras arriba, puedes ver las instalaciones de Cisco que recorren
todo el estadio como un nervio metálico para facilitar la conexión a Internet.
Si levantas la cabeza un poco más, te encuentras con la zona aristocrática,
donde el poder corteja al poder para dar a luz negocios que nos afectan al
resto. Sobre todos nosotros, reflejados en las nubes, avanzan los proyectos
para la remodelación del estadio. El fútbol 2.0.
De Cisco para abajo, los aficionados y,
a sus pies, las pipas. Se puede crear un mundo virtual y preciso, pero nunca
será creíble si faltan las pipas. Hoy, por ejemplo, basta con echar un vistazo al
suelo para saber que no está siendo un gran partido : la gente se aburre y se
dedica a comer pipas con la mansedumbre de una oveja. Er furbo.
Mourinho saca frente al Depor a un
grupo de futbolistas sospechosos para que intenten redimirse. Ozil, Ramos, Kaká,
Khedira, Di Maria. Cada uno tiene un pecado que limpiar y la misión de
demostrar la lealtad al grupo por la vía legal o por el lado oscuro. El partido
hoy es un tema de asuntos internos que provoca que, con el balón en los pies, se
piense más en el banquillo que en la portería. Quizás por eso, al encuentro le
falta intensidad, ideas, juego y emoción, y le sobran pipas.
A mi lado hay dos seguidoras del Depor
que, algo cohibidas, celebran el único gol de su equipo aplaudiendo sin apenas
separar las palmas de las manos, como geishas gallegas. El Madrid mete hasta
cinco goles, pero son como inesperados fotogramas de Tarantino en una película
de Garci : no hay mucha emoción. Las deportivistas, sin embargo, cada vez que
hay un ataque de su equipo se acercan un poco más al borde del asiento y se
llevan las manos a la boca, no sé si para murmurar algún conjuro. Irradian una
excitación estática, contenida, a la que me sumaría si me dejaran formar parte
de su grupo.
Como no tengo pipas con las que
entretenerme, me paso el partido jugando a ser un poco del deportivo, un poco
del Madrid, un poco del deportivo. Creo que las celebraciones de los goles blancos
son exageradas para lo que estamos viendo, lo que me vuelve un poco inmune y me
facilita mi aproximación en cuerpo y alma al equipo gallego. Me gustaría que el Depor metiera
algún gol más para unirme a las dos hinchas y experimentar algo distinto, como
el que cambia el tempranillo por la mencía. Me preparo mentalmente por si llega el
momento. Sería la primera vez que hiciera algo así en el campo, pero de Galicia
tengo muy buenos recuerdos : si hay que estrenarse, que sea con este equipo.
Bastaría con una celebración pequeña pero significativa, como saltar de una
Opera con doscientos extras a una representación de “Las tres hermanas” de Chejov
en una escuela de teatro. Chejov.
Así que estoy ahí, atento, mirando el
marcador y viendo cómo todos los goles caen del mismo lado. El tiempo se va
acabando y el Depor va rindiéndose hasta que al final el árbitro pita el final del
partido y me obliga a ser otra vez del Madrid al cien por cien. Las raíces son
las raíces.
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