La casa del tercer cerdito : Ya sé cómo
y cuando empezó la crisis : en el instante en el que un Ministro de Economía
presentó los Presupuestos del Estado en un pen drive. A todos, incluido yo, nos
pareció bien que el Estado se acercara la calle y utilizara un dispositivo
tan integrado en la cacharrería
doméstica como el mando del coche o las pilas gastadas de los cajones. Es
posible, fantaseé, que junto a los cuadros de Excel hubiera una carpeta con las
fotos del verano o la última de Harry Potter recién bajada. El poder y el
pueblo unidos por esa unidad externa con aires de mascota.
Para el pasado quedaba esa
furgoneta blanca, con las puertas bien abiertas, de la que dos tipos con el
mono limpio bajaban tomos y más tomos repletos de cifras calientes, encajadas
entre sí con el cuidado con el que se levanta la Torre Eiffel a base de cartas.
Debía haber en ese trabajo tan agotador cierta intención de permanencia, ese
cuidado de madre por ofrecer unas cifras fuertes, sanas y, a su modo, definitivas,
criadas a base de bocadillos de tulipán.
A cambio de ese tuteo entre
ministros y lectores habituales del Marca, se acababa con la seriedad de las
cifras porque cambiar un número era ya fácil : bastaba con remplazar el
documento antiguo. Ahora la Torre Eiffel se construye con cartas virtuales. Por
eso se dice una cifra definitiva del déficit que luego se sustituye por otra
cifra definitiva que es corregida por otra cifra definitiva. El Excel lo acepta
todo y el pen drive sustituye cada cambio como si nada.
Pienso en todo esto cuando veo en
el salón, encima de la mesa, dos diccionarios gruesos. La rotundidad del saber.
Se los han entregado a los mellizos como parte del lote de libros que han
distribuido en el colegio en su primer día de clase. María se queja de lo que
pesaban, pero es que ésa es la primera lección que han recibido hoy : el saber
tiene que pesar, tiene que ocupar un volumen, tiene que estar definido por una
cantidad de libros. En el caso del diccionario, ese recorrido del índice por un
diccionario buscando una palabra hasta que, acercándose a ella, se frena como
la bola en la ruleta señalando el número ganador, crea un vínculo entre el
significado descubierto y el lector totalmente distinto al que ofrece la
consulta rápida en la página de la RAE.
Es probable que dentro de unos años
los mellizos se presenten en casa con un pen drive repleto de toda la
información del curso, que se lo saquen del bolsillo y que lo dejen olvidado en
algún sitio. Tendrán disponible información para sacarse los cursos de cinco en
cinco, pero se perderá algo que ahora es fundamental : esa sensación de
conquista que se obtiene cuando se pasa en el libro una hoja ya aprendida. Ese
mensaje sobre la propia estructura del aprendizaje, lento, directo, manual y
capa tras capa.
Puede decirse que es una teoría
pedagógica de guía telefónica, pero en este caso la
defiendo y la defenderé hasta que estas generaciones aprendan a darle valor a
lo virtual, algo que ahora no se hace ni en los pisos altos del Estado. Por
esta razón, me temo que una de las condiciones del futuro rescate nos obligará
a presentar los Presupuestos otra vez impresos : será como volver al lápiz
después de haber pasado al bolígrafo, pero es que no aprendemos.
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