El pez sin
adjetivos : En uno de los experimentos de Cosmocaixa, si aprietas un botón, a
un pez de plástico se le infla la pelota que hace de vejiga natatoria y sube.
Para que descienda se presiona el botón que está al lado. La de nuestro pez se tiene
que haber quedado a la mitad porque su cuerpo flota a medio camino entre las
piedras azules del fondo y la superficie con los restos de la comida que le
eché esta mañana. No es la primera vez que me dicen que está muerto y me mandan
a comprobarlo. Esta vez no hay dudas. Veo su boca formando un círculo perfecto
y rígido. Las aletas parecen las velas de un barco abandonado en el puerto.
Al sacarlo del agua noto su peso. Mis
dedos se lo imaginaban más ligero, por eso casi se les cae. Lo dejo dentro de
un vaso grande al que, no sé muy bien por qué, echo un poco de agua. Lo observo
con mirada de científico, como si pudiera saber qué le ha pasado. El pez sigue
ahí, pero todos sus adjetivos se han quedado en el acuario.
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