“Brave” : Una
temporada en la aldea : Me vuelven a sorprender los de Pixar : qué lástima no
haber nacido ahí.
Imaginaba que esta historia, en
Escocia y titulada “Brave”, tendría un aliento épico que, no sé por qué (estaré
pasando por una época más intimista) me mantenía alejado de ella como esos
perros que no se separan de aquello a lo que ladran. Seguía imaginando que la
película estaría llena de ejércitos y de gaitas y de vistas aéreas de valles
verdes y es posible que en el primer borrador estuviera todo esto hasta que alguien
creó el pelo de Mérida, la chica protagonista, y dijo :
-Mirad.
Y todos miraron y decidieron que
ahí estaba todo, que no había que alejarse.
Yo, desde luego, me quedo fascinado
por el pelo de Mérida (como ejemplo de lo que pueden hacer técnicamente estos
chicos de Pixar, que más tarde se permiten mostrar a cámara lenta cómo sale una
flecha de un arco) y por una historia pequeña, mínima, contada en pocos días,
con los elementos justos de un cuento tradicional.
El esqueleto de la historia,
básicamente, vuelve a reproducir el esquema de películas como “Donde viven los
monstruos” o “El viaje de Chihiro” : el niño o la niña que pierde la protección
de los padres y que se ve obligado a madurar para, una vez experimentado el
punto de vista de los adultos, poder regresar a la situación anterior con el
conocimiento de lo que ha aprendido. La radiografía, pues, se parece a otras
que hemos visto, pero nadie acaba seducido por unos huesos, por mucho que exista
ese dicho : queremos ver qué sostienen esos huesos.
Con ese andamiaje, los de Pixar
levantan una película que es, ante todo, un placer visual. La puedes ir a ver
en croata, que te dará igual. Esa cuestión estética funciona no solo por una
cuestión de talento (y de dinero, y de horas, y de exigencia), sino porque está
al servicio de una historia bien encajada en la que todo lo que se ve está ahí
por algo, enlazándose entre sí como las serpientes en un anillo. Ese el otro
placer de la película.
Antes he mencionado “El viaje de
Chihiro” y la relación que hay entre ambas películas es tan próxima que hay
veces que, como en el tema de los fuegos fatuos o el rostro de la anciana bruja
(tan parecido a los que suelen presentar en las película de los estudios Ghibli)
parece que se esté rindiendo un sutil homenaje a Hayao Miyazaki y a su forma de contar qué es lo importante. A
mí ese juego de saltar de una película a otra me gusta, pero “Brave”, por
resumirlo de una forma académica, es “Brave”.
“Brave”, por ir cerrando, muestra
qué sucede cuando obtienes lo que pides, que nunca te llega de la forma en la
que lo esperas; que es importante que aparezca un toque de magia; que el camino
más alejado es el que te acaba llevando a donde querías; que las imágenes hay
que respetarlas; que siempre hace falta un poco de humor; que las leyendas
pueden tener algo de verdad; que la venganza puede llegar de la mano de quien
menos se espera; que todos tenemos un oso dentro; que a veces las cosas se
salvan justo en el instante en el que ya se van a dar por perdidas; que lo más
importante se dice sin palabras o que debes desconfiar de los pasteles perfectos.
Estas son algunas píldoras de una película que tiene más que el bote de un
culturista.
Todo esto hace que esta película
sea recomendable para los niños : es como enviarlos al pueblo (o aldea) para
que se alimenten bien antes de volver a sentarles delante de la basura de Clan,
Boing o Disney Channel. Algún día se recetarán películas como ésta para la
anemia intelectual que provoca la actual programación infantil. Aprovechando el
tirón, el médico también nos la recetará a nosotros para combatir el
decaimiento mental provocado por la programación que no es infantil.
En fin, que Pixar sigue ahí,
iluminándonos el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario