Marta Echeverría, la luz tras las cortinas : Ronaldo está triste y para que lo sepamos no celebra los goles en el
Bernabéu. Como el niño que rechaza un regalo después de abrirlo. A mí me jode
porque una parte importante del placer del gol es ver las reacciones de los
rivales ante los gritos y los abrazos y disfrutar con esas miradas de pena y
resignación que se cruzan. Qué coño : el gol es la excusa para poder humillar,
deportivamente, sí, pero humillar, al contrario durante esos instantes en los
que las cámaras, golosas, se detienen en sus rostros. Es algo infantil, de acuerdo,
pero ya lo dice Joyce Carol Oates en su libro sobre el boxeo :
“Los espectadores de juegos
públicos extraen gran parte de su placer al recrear las emociones colectivas de
la niñez, pero los espectadores de los combates de boxeo reviven la infancia
homicida de la raza” – Del Boxeo - Página 42”
Y los niños son malos, que he
vuelto a ver “El resplandor”
Los periodistas, tan limitados y
tan serios, sugieren cuatro o cinco razones para su tristeza. Todas son muy
aburridas. Ninguno propone que, quizás, Ronaldo se pone triste cuando escucha
dos veces la palabra “teleférico”. Como las probabilidades son muy pequeñas, es
posible que no lo haya descubierto hasta el sábado, en una charla informal en
una tienda. Telefericofobia, qué se yo. Y podrían haber entrevistado a algún
experto en la materia. Un telefericofóbico que diría que hay más gente de la
que parece aquejada por esta enfermedad y que un respeto y que famosos como
el abuelo de Batman la padecieron. Ya puestos, mejor caer en lo hilarante al dar una noticia
que en lo ridículo, como hacen todos con esa pulcritud de presentación de
powerpoint que confunden con una profesionalidad que no tienen.
Ronaldo está triste pero yo estoy
contento, y ésta es la verdadera noticia. Ha sido una alegría espontánea e
inesperada que nace en un momento y lugar específicos. A saber : las nueve de
la mañana en mi coche. Esperaba encontrar la voz de Angel Carmona en el “Hoy
empieza todo” y es probable que durante unos segundos, por la inercia de estos últimos
años, fuera eso lo que escuchara aunque la voz que sonara fuera distinta. La
que realmente salía de la radio era una voz que me sé de memoria y a la que le
he cogido cariño. Una voz a la que le digo que sí antes de saber qué es lo que
me cuenta. Una voz que cae con la cadencia de un chorro continuo, perfecto,
refrescante en una fuente de una plaza europea. El chorro del que siempre
quieres beber porque es el único que te quita la sed : la voz de Marta
Echeverría.
Al instante una alegría que quiere desbordarse
y que se frena a la vez por una indicación obvia : tal vez esté invitada, tal
vez siga en "Sonideros" y aparezca aquí para presentar un par de temas. La
versión demo de Marta Echeverría. Tiro de las bridas y mientras tanto recuerdo
su programa de hace dos años. Sus charlas con Alex de La Iglesia, su hueco para
Berna Wang, su invitación a Félix Romeo para que presentara libros. Esos
treinta minutos que la escuchaba por la mañana se ha convertido en lo mejor de
unos días que, por temas de trabajo, he ido borrando cuidadosamente de mi
cabeza y llenando con fútbol y manuales de cocina. En sus últimos programas, antes
de despedirse por baja de maternidad, llamaba a Angel Carmona a primera hora
para que se acostumbrara a los madrugones. En ese momento me pareció un
usurpador. Luego ha conseguido que le perdone y que le acepte, aunque, he de
reconocerlo, para mí siempre fue el sustituto de MartaEche.
Entonces Marta presenta otro tema.
Y después otro. Y después otro. Soy el incrédulo que tiene que meter su dedo en
cada una de sus palabras hasta acabar convencido por lo evidente : Marta está
de vuelta. Ha ocupado su trono. Ya sé que siente un súbdito cuando ve recuperar
su posición a su rey tras un destierro.
Por un placer así me haría monárquico ahora mismo, con carné y con cuota anual,
en plan socio del Madrid. No es sólo el regreso de Marta. De alguna manera, yo
también ocupo un lugar que había perdido y me encuentro más en mi sitio, más,
en cierto modo, justificado.
Ahí está Marta de nuevo. A lo
grande. La segunda parte del programa lleva su nombre, lo que es como si
hubiera un estadio de fútbol “Marta Echeverría”. Quizás la tristeza de Ronaldo
venga porque él sólo tiene una espalda, la suya, para lucir su nombre. Este es
el último pensamiento que le dedico. Ahora subo el volumen como el que deja
entrar la luz retenida tras unas gruesas cortinas.
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