La puerta de la
clase : Hace calor en el aula. Se han bajado las persianas para intentar
refrescarla un poco, pero ya es tarde : muchas madres sacan sus abanicos y los
agitan con fuerza. De la que tengo sentada al lado me llega algo de ese aire acondicionado
del diecinueve, el único que soporto. Prefiero cocerme en el propio jugo de mi
sudor.
La profesora nos explica su procedimiento
educativo para este año. Ya aparece la palabra examen. Y certificate. Tomo nota
de lo que dicen y de los horarios porque no le han dejado hacernos copias del
cuadro de asignaturas. Medir las veces en las que el no ha sustituido al sí
sería un bien índice de nuestra situación actual. No al aire acondicionado, no
a las fotocopias.
Lo que no se dice en ningún momento
es cuáles son los objetivos para este año. Qué acabarán sabiendo. Ahora están
aquí y dentro de un año se moverán hasta aquí. Este tipo de cosas. De las
referencias a largo plazo parece haberse pasado a otras en las que el futuro se
mide en días, en semanas como mucho. Pienso en ese falso optimismo comunista
que se atrevía a imponerle sus planes quinquenales a la realidad en cualquier
aspecto social : ahora estamos en el otro punto del cuadrilátero, deseando que
no sea esta realidad la que acabe dominándonos. Como un hámster en su jaula.
No me sorprendería que en mitad de
la explicación la profesora nos reprochara el no haber cumplido nuestra parte.
El pacto tácito era que, de la puerta de la clase para adentro, ella era la
responsable de formar a los niños y que, del otro lado, éramos nosotros los que
teníamos que asegurar un entorno en el que ellos, dentro de unos años, puedan seguir desarrollándose. Y algo ha fallado porque el deseo de abrir esa puerta se convierte ahora en un
impulso por mantenerla cerrada. Supongo que lo pensarán, como también lo
hacemos nosotros, pero los dos callamos y anotamos lo de las tareas de
matemáticas.
No estamos a la altura de esta
clase. Es lo que siento.
Al salir me acerco a una ventana
para ver el colegio desde este tercer piso. En el patio no queda nadie, solo un
niño que patina dejándose llevar.
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