Amarillo primaria : Aunque el partido
sea contra la Juve y se juegue a las diez menos cuarto, eso no convierte esta
experiencia en la clásica noche europea. Hay algún destello, pero me parece estar frente a una actividad extraescolar, con los de la Juve jugando
con una camiseta amarillo primaria y el estadio en un silencio de cabaña nevada
con algunos gritos aislados, seguramente de padres que practican para cuando
lleguen los partidos de verdad : los del colegio de sus hijos.
No dejo de agitarme sin encontrar
la postura anímica : me muevo entre el pasado y el presente sin saber en dónde
dejar caer al ancla de mis cuarenta y cuatro años. O en las aguas de "el
problema soy yo, que he cambiado" o en las contrarias de "qué coño,
el problema es lo demás, que ha cambiado". Del pasado al presente, de lo particular
a lo general, de lo psicológico a lo social, en un centrifugado mental de ideas
del que no me saca el fútbol, que es a lo que uno viene.
La solución a lo que pasa dentro la
encuentro fuera al terminar el partido, en el andén del metro. Fíjate, dice
mi hermano, todos mayores. Supongo que la crisis (poco ayuda que la entrada
esté tan alta como el palco del presidente), está impidiendo el necesario relevo
generacional. Mala cosa. Si no se aplican estrategias para rejuvenecer a los aficionados,
en la próxima reforma del estadio habrá que incluir prismáticos, desfibriladores,
cojines mullidos y un cajoncito para las pastillas. Eso y celebrar los partidos
de Copa de Europa a las seis para que todos tengan tiempo de volver a casa o a
la residencia con el tiempo suficiente para ver a Melendi y sus programas de
rock.
No hay comentarios:
Publicar un comentario