Los campos ya
cosechados: La celebración del cumpleaños se va repartiendo a lo largo del
tiempo en pequeños campamentos que levantamos para reunirnos. Se pierde esa
intensidad algo impostada de la fecha oficial y a cambio obtenemos estos
encuentros en los que solo falta encender un fuego, hablar del precio de las
materias primas y hacer planes para la próxima feria con esa tranquilidad de
los campos ya cosechados.
Preparamos una mesa grande con la
tabla de quesos y los vinos. Siempre vinos nuevos porque aquí levantamos la
casa por el tejado de los vinos para compensar nuestras limitaciones en la
cocina. Un “Románico”, un “Pasión”, un “Nabal” y, para acabar, un “Moscato D’Asti”.
En la pequeña están las cosas de
picar. Relleno los cuencos con cacahuetes, patatas, bolas de queso y kikos. Es
el mismo gesto que hago cuando, al acabar de limpiar su jaula, le pongo al
hámster su mezcla en su pequeño comedor verde y, curiosamente, la sensación es
la misma: todo está ordenado, todo está limpio, todo está listo.
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