La primera punta del invierno : Ver
puesto el edredón en la cama me anima. Esa nieve de plumas es la señal de que,
en lo que a mí respecta, ya ha llegado el invierno, por mucho que el otoño,
como un oficinista puntilloso, reclame con el calendario en la mano los días
que le quedan. Bah. Las cosas funcionan para mí de otra manera : la lona de la
piscina para el verano y el otoño; el edredón, para el invierno y la primavera.
Abro la puerta del dormitorio y me
encuentro esa blanda consistencia en la que estoy deseando meterme para ver si
el sueño se vuelve más denso y bajo ella alcanzo ese descanso tranquilo y
profundo del gato junto al fuego. El calor del verano es incapaz de disolver un
cansancio que se vuelve persistente; tampoco deja que los sueños se
desarrollen, se compliquen, ofrezcan historias en las que dejar lo que nos
preocupa como el que se asoma al cuarto de basuras para arrojar unas cuantas
bolsas y salir más ligero.
Esta sorpresa del edredón, para la
que no hay una fecha fija, debería estar en los primeros puestos de mi lista
personal, aunque sería incapaz de escribirla si me pusiera a pensar en ella.
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