sábado, 26 de octubre de 2013

El sello de corcho




El sello de corcho : De las botellas queda el corcho, como el sello de los sobres. En ambos acabas olvidando el contenido: cómo era el vino, qué decía la carta. Que en el corcho de la botella que abrimos para comer, un Berceo Selección del 2009, el nombre de la bodega esté escrito en un recuadro dentado es una indicación de que también la botella llevaba una historia.

Ésta: fueron los hijos del dueño los que, en un viaje de esquí a los Pirineos, sugirieron a su padre que registrara la marca Berceo en honor al escritor al que entonces estaban estudiando. Al padre la propuesta le pareció bien, pero se encontró con la prohibición de registrar el nombre de Gonzalo de Berceo entero. La opción más práctica hubiera sido la de elegir cualquier otro nombre, pero se decidió seguir con Viña Berceo. No se levanta una bodega si no se ha aprendido a plantar batalla, sobre todo contra uno mismo. Ese rodeo tampoco fue fácil porque le pidieron que comprara viñas en el pueblo de Berceo y que obtuviera una autorización por parte del Ayuntamiento. Se compraron las tierras, se obtuvo la autorización: se registró la marca. Hasta que muchos años después un cliente de la bodega les ofreció la marca completa que él había conseguido.

También hay otra historia debajo de ésta. La de ese maestro que un día habló de Berceo en una clase, pensando quizás que esa hora sobre el primer poema en castellano pasaría como la demás, sin dejar su sello.  

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