Palabras con dos
decimales : Después de cenar en el Gino´s, cuando se anuncia que tocamos a
diecisiete euros por cabeza y nos levantamos para rebuscar en los bolsos y
bolsillos, un grupo de lectoras rodea a Eloy Tizón. Son tizonistas confesas, de
las que entre plato y plato han declarado que no leerán el libro de Guadaluppe Nettel
ni volverán a beber Ribera, que ahora aprovechan el momento para elogiar el
libro de Tizón.
Eloy
pregunta si ya se lo han leído y veo por el gesto que pone que la respuesta
afirmativa de todas ellas lo incomoda un poco. Debe resultar extraño que un lento
trabajo de siete años, pensado para una lectura pausada, se agote en unas horas. Yo,
tan lejos del Hotel Kafka, me vengo un poco arriba cuando descubro que soy el
único que solo se ha leído un cuento, hace unos minutos, en un viaje en metro
de ida y vuelta a casa mientras Tipos Infames se iba vaciando después de la
presentación del “Técnicas de iluminación”, el último libro de Tizón.
El metro le
sienta bien a ese cuento. “Fotosíntesis”. Lo leo despacio porque Tizón es un
escritor de frases perfectas que me provocan esa euforia que genera la
evidencia de que, como ocurre con los animales, quedan miles de combinaciones brillantes
por descubrir (a través de las que ver la realidad) y que el uso cotidiano que
le damos al lenguaje no es sino una rendición, como meter animales de peluche
en una jaula y llamar a eso zoo.
Así que es
un viaje corto pero eufórico.
“La tarjeta
del buzón es la confirmación de un fracaso”. “Una mujer tranquila, con sus
orillas húmedas”. “Tan hermosa que uno no sabía por dónde empezar a quererla”. “La
luz está de nuestra parte”. “Hay como un borde de agua en los corazones”. “Sin
una pizca de épica, todo se vendría abajo en un segundo”. “La felicidad es un
lugar solitario”. “Vivir es vibrar”. “Milagro es lo que acaba”. “Mirar es
también una forma de rezar”. “Mejor vivir tranquilo, con su moneda de plata en
el bolsillo del chaleco”
Eloy es un
tipo educado. Su queja se limita a un leve gesto que desaparece pronto. No lo
sigue ningún discurso, pero ese silencio de barricas en bodega es suficiente
para que retrase la lectura del siguiente cuento unos cuantos meses. No va a
ser fácil porque cada uno de los cuentos crea una necesidad que parece que solo
va a calmar el siguiente, hasta que llegas al último y tienes que esperar a que
Eloy se tome siete años para ofrecerte el siguiente. Pero tiene que ser así.
Si el escenario
fuera otro, más que hablar de libros o de cuentos, habría que hablar de frases.
De aquélla con la que yo me hice, a mi manera, tizonista : “A esa hora, en el
otro extremo del mundo, una espiga cae tronchada por el peso de la calma”, de “Los
viajes de Anatalia”. Si el escenario fuera otro.
El
voluntario que se ha hecho cargo de la larga cuenta y nos ha pedido diecisiete
euros tiene delante de él un plato con monedas. A su lado están los billetes
ordenados con devota precisión. Parece que no faltara nada y que la cuenta
estuviera pagada hasta en los decimales. ¿Cómo no iba a estarlo si estamos con
alguien capaz de lograr esa precisión de céntimo con el lenguaje?
Todo un aperitivo para que a uno, tizonista o no, le apetezca más todavía hincarle el diente al nuevo libro de Eloy Tizón. Llevas razón, Eloy es un artesano en la precisión de la belleza. Gracias hacerme caer en la cuenta.
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