La tierra de la exclamaciones : En una
cesta se amontonan las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía a 60
céntimos cada una. Es la única oferta de libros que encuentro en las tiendas de
la playa, así que me animo a comprar una: le digo a Daniel que elija la que más
le llame la atención y selecciona “Utah, tierra de mormones”. El vaquero
dibujado en la portada se parece a Terence Hill después de varias semanas sin
ducharse, así que no le pongo ninguna objeción.
Empiezo a leer la novela sin prisas
pero todo en ella va muy rápido. Diálogos y acción. No hay descripciones ni
metáforas ni monólogos interiores. Ni rastro de Virginia Woolf. El libro no es
sino la transcripción de lo que se escucharía a través de la pared si en la
habitación de al lado estuvieran poniendo una película del Oeste. Una película a
todo volumen porque todas las páginas están
repletas de signos de exclamación: en el Oeste se debía gritar mucho para que
los lectores de este tipo de novelas pudieran escuchar bien lo que los
personajes se decían cuando iban y volvían del trabajo en el metro.
Cuando hoy acabo el libro, Daniel me
pregunta de qué va. Me doy cuenta entonces de que mi memoria con esta historia
apenas abarca diez páginas, borrando todo lo demás. Le cuento cómo acaba y el
resto me lo invento. Daniel lo da por bueno. Cerrado el libro, como una caja de
herramientas repleta de exclamaciones, la realidad me resulta más tranquila.
Hasta el mar parece más calmado.
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