Primero
se mimetiza el cappuccino : Entradas para ver “El misántropo”. Después, cena con
los amigos. Y, ahora, un café en un local que nos ha parecido bien. ¿Que un cappuccino?.
Pues un cappuccino. Los tres camareros charlan entre sí dándonos la espalda. El
color del café combina bien con la madera de la mesa y con el suelo. No lo toco
por si acaso uno de los camareros se gira y niega con la cabeza para advertirme
que ese café es ya parte del escenario y que no está ahí para que me lo beba.
Estoy tan tranquilo ahí sentado, repasando el plan del teatro y el restaurante
que yo mismo podría ser parte del local, lo que obligaría a otro de los
camareros a venir hacia mí y a ponerme una mano en el hombro para impedir que
me levante. ¿Acaso el resto de los objetos desfila por la puerta?. Es el
problema de mimetizarse, de no tener la obligación de hablar, de poder fijarme en la
sandalia que veo debajo de la mesa y pensar, mira, una sandalia debajo de la
mesa.
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