Una pelota roja al otro lado de la valla : Es la primera vez que recojo a los mellizos después
de comer. Tenemos una tarde de médicos con diferentes citas que nos van a
llevar de un hospital a otro, de unos edificios a otros, bajo ese tipo de sol
asfixiante que impide que las sombras avancen. En lo que espero a que abran las
puertas a las tres, desde la acera veo a todos los niños en el recreo jugando en
la cancha de fútbol. Parecen cangrejos moviéndose dentro de una jaula. Uno de
ellos me llama : “Papá de Daniel”, me grita. Añade después que se les ha caído
una pelota roja al otro lado de la valla y quiere que se la recupere. Doy con
ella sin problemas, siguiendo sus indicaciones, y se la lanzo con la mano todo
lo alto que puedo. Todos los niños del grupo, entre los que veo a Daniel,
levantan la vista para ver si la pelota cruza la reja sin problemas. Yo también
la sigo con la mirada, preguntándome si no hubiera sido mejor asegurarse
dándole una patada.
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