Reencuentro en
Burgos : Aunque crucemos cientos de correos y hablemos por teléfono, es necesario
que haga unas cuantas horas de coche para que nos sentemos en un cuarto
pequeño, cada uno en una silla distinta, y pasemos un rato mirando las pegatinas
que hay en un corcho. Hay que esforzarse por sumergirse en ese silencio
productivo que, como el relleno de una caja, protege una buena idea.
La próxima vez que piense en Burgos
ya no estaré en el castillo una noche de verano ni paseando junto al río
esquivando a perros con el pelo mojado ni tratando de decidir la mejor
combinación entre un vino y una ración. Regresaré a ese cuarto en el que, sin
saberlo, llevaba tanto tiempo esperándome. Como la imagen a su objeto.
Un cuarto pequeño pero productivo.
Estamos tan seguros de la historia que tenemos entre manos que si en el futuro
los de Pixar no logran salir de su atonía creadora, se lo podremos ceder para
ver si superan su bache.
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