El camino hacia la literatura se hace a lápiz :
Después me voy al cuarto de Lucía y le ofrezco contarle un cuento. Lo normal
(la excepción tuvo un día y una hora) es que me diga que no. Podría darle un
beso y no preguntárselo, pero con los mellizos me siento en la obligación de
repetir todo dos veces. Dos veces. No hacerlo sería caer en alguna clase de
favoritismo que podrían echarme en cara dentro de veinte años, cuando tenga una
edad en la que ya dispondré de suficientes cosas que reprocharme yo solo.
La negativa de hoy le da más valor
a aquella excepción.
No deja de escribir en un pequeño
cuaderno mientras niega con la cabeza. Utiliza un lápiz con el que traza una
caligrafía que ni tuve ni tendré (esto también me lo reprocharé). Con la
izquierda tapa lo que escribe con la derecha.
-¿Qué?
Nada. Nada. Ni una pista de lo que
escribe. Puede ser la lista de cosas que ella no hará cuando llegue la hora de
contarles los cuentos a sus hijos. O puede ser un diario. O una de esas series
con las que le gusta llenar los cuadernos. En cualquier caso, algo que merezca
el esfuerzo que se toma en escribir. Si a los demás nos dieran un lápiz cada
vez que nos entran las ganas de contarle algo al mundo, la producción sería
menor, la calidad más alta y, sin duda, en los blogs no se escribiría con la
impunidad con la que yo lo hago. Algo que, sinceramente, espero no reprocharme
en el futuro.
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