Es el
cansancio lo que nos hace valientes: Antes, los comentarios en la
sobremesa eran como piedras rebotando varias veces en la superficie. Pequeños,
pulidos por el ingenio, rápidos. Las cosas ya no son así y esta tarde, con el
café servido, nuestras aportaciones tienen más de ese bloque de cemento con el
que solían calzar a las personas a las que se quería hacer desaparecer en el fondo
del mar. Son los efectos de ese cansancio que compartimos y que es la máxima
expresión de la ley que dice : la energía que pierden los padres es
directamente proporcional a la que obtienen sus hijos. Regla que me creo viendo
cómo todos los niños corren alrededor de la casa como si la mera acumulación de
metros recorridos fuera ya en sí un premio.
Los
adultos pasamos de la comunicación verbal a la no verbal y nuestra mejor forma
de demostrar el respeto y la fidelidad al resto del grupo es no ocupar la tumbona que se nos
ofrece, dispuesta, en el jardín. La tentación de un sueño denso y compacto como
el relleno de una almohada nos llama a todos, pero no, gracias, nos servimos
otro cortado y volvemos a lanzar un tronco al fuego débil de la conversación,
que no acaba de coger fuerza.
Así
pasa la tarde, necesaria pese a todo. En el fondo, lo que tenemos que decirnos
lo expresan los niños corriendo por el jardín. Ese es el discurso. Alguna
pelea, algún juguete roto, algún balón en la casa del vecino. Pocas cosas.
Desde fuera debemos parecer esos leones incapaces de atrapar ya a una presa
rápida pero que, con su presencia, mantienen unido al grupo: o eso parece en
los documentales. O eso quiero creerme yo.
Cuando
llega la noche, en el fondo del jardín se enciende una libélula hecha en China
que aprovecha la energía que ha acumulado durante el día para iluminarse e ir
cambiando de color. Energía verde, y rosa, y amarilla y vuelta al color verde.
No saben explicarnos por qué, pero parece la señal que espera un puñado de murciélagos para salir a estrenar la noche. Algunos niños se asustan pero pronto
se tranquilizan al ver cómo hacemos pasar por valor lo que no es sino
cansancio. Para qué correr si tienen pinta de ser inofensivos. Tal vez tan
falsos como la fascinante libélula del jardín.
Esto me gustó mucho, te felicito.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y tomarte la molestia de dejar este comentario.
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