No cualquiera puede ser del norte : El
agua está helada: ya no es una piscina del Mediterráneo, sino del Cantábrico.
Empezamos el verano en el sur y hemos ascendido hasta este punto en el que solo
estamos Daniel y yo en el agua. Los que antes ocupaban todo el césped
artificial a estas horas, dan vueltas alrededor, como si caminaran por el paseo
marítimo.
Cada poco tiempo tengo que dar unos
cuantos largos para quitarme el frío de encima, pero la estrategia va teniendo
menos éxito. A Daniel el frío no le afecta, lo que demuestra que en el árbol
genealógico hubo un momento en el que se coló alguna foca.
Aunque ya no se bañe nadie,
deberían dejar la piscina abierta. Cubrirla es como tapar el sol : nos castiga al
quitarnos la posibilidad de asomarnos a la terraza solo para ver cómo brilla la
superficie o de bajarnos una fría mañana de diciembre a leer un libro al lado. Cada largo se convierte en una queja y en la reivindicación
del que con el uso pretende defender una cañada, pero una pancarta no hace manifestación
y la cabeza ya me duele del frío. No cualquiera puede ser del norte.
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