Una bandada de pájaros : Vamos tirando
porque somos superficiales. Si no, la vida sería muy complicada. Mejor seguir
creyendo en la capa brillante de la palabra democracia o en la belleza de un
paisaje a sospechar que detrás de la primera hay un ejército de gusanos que lo
devora todo y debajo del segundo un antiguo vertedero que se tuvo que cubrir con
tierra cuando no cupo más.
Esa superficialidad también la
aplico al vino, del que nunca sabré gran cosa porque me entretengo con la mosca
de la etiqueta mientras el profesor da la clase sobre el proceso de la uva al fondo
del aula. Etiqueta veo, etiqueta quiero, este es mi lema. La conquista del
paladar por lo estético (como si la cata se limitara a levantarse las gafas
para fijarse en los detalles de la etiqueta)
no es una estrategia con la que uno se presentaría a un concurso de
sumilleres, pero ése no va a ser nunca mi caso. Por eso me alegro cuando me
recomiendan dos vinos y uno de ellos tiene una etiqueta bonita. Ya está.
La de “La Garnacha Salvaje del
Moncayo”, que abrimos hoy, es buena. Un gran árbol del que se ven sus raíces
desplegadas por la tierra, recordando la ilustración de un libro sobre la
naturaleza. Eso es todo. Ni un texto. Ni una pista. Todo en silencio, como si
te dieras un paseo por ese bosque a primera hora de la mañana y respetaran tu
tranquilidad sin dejarte al paso carteles sobre el roble, sobre la graduación o
el impulso altruista de los dueños de la bodega. Silencio, botella y copa.
No sé (ni me importa) si el vino es
bueno, porque está bueno. Acompaña bien a la comida, como es su deber, pero,
sobre todo, asienta el tiempo, dándole importancia a ese rato y a todo lo que
cae dentro de él. La botella, la conversación, los que estamos en la mesa, la
comida o la inevitable mancha de vino en el mantel. Todo. Este vino lo logra a
base de garnacha, pero a ver quién incluye esto en una cata.
También consigue que salga el buen
humor como el que restaura el color de un cuadro al que la vida va estropeando
poco a poco. En mi caso, viendo de nuevo la etiqueta, no sé si mi humor está
bajo tierra, permanente, de donde lo recogen las raíces, o en las hojas,
caprichoso como una bandada de pájaros que saltara de un árbol a otro.
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