Las virtudes de
la propaganda comunista: Cerca del colegio están construyendo una nueva sede
para uno de los grandes bancos que quedan. Lo de grande debe entenderse en
sentido meramente económico. Por encima de la pequeña colina que está enfrente
de las puertas de acceso, pueden verse unas cuantas grúas. Me parece una escena
apropiada para el colegio: una buena mezcla de imágenes occidentales con cierto
espíritu de propaganda soviética, como diciéndoles a los niños que llegan con
sus mochilas “el presente sigue en marcha para haceros un hueco en el futuro.
Estudiad. Dad lo mejor de vosotros. La banca y la construcción os esperan”. O alguna consigna parecida.
Luego están los chinos, un poco más
lejos, con sus tiendas de ropa, sus supermercados, sus peluquerías y su regreso
al capitalismo individual. Basta darse un paseo por Bravo Murillo desde Cuatro
Caminos a Plaza de Castilla para ir viendo, casi secuencialmente, el proceso
que ha seguido la economía estos últimos años. Puede ser una impresión
personal, pero ahí está Laila Guerrero contándolo en uno de los artículos de “Frutos
extraños”
“Ale es chino, y sabe muchas cosas
de mí. Cuándo estoy en casa, cuándo salgo de viaje, cuándo se termina mi dinero
y cuando no hay más comida en mi heladera. Técnicamente, y desde hace cinco
años, Ale es el hombre que me alimenta. Lo veo más que a cualquiera de mis
amigos, hablo con él dos o tres veces por semana, sabe que me gusta el queso
estacionado que no como nada que tenga
ajo. Cuando hago un pedido por teléfono y olvido algo –pan, leche – me lo
recuerda :
-¿Hoy no pan, hoy no leche?
Si le pido cuatrocientos gramos de
jamón crudo se alarma:
-Muy caro, ¿Tanto quiere?
Conoce mi nombre, mi número de
documento, mi profesión, el nombre del periódico donde trabajo, la dirección exacta
de mi casa y la cantidad de gaseosa y pasta dental que consumo por semana.
…
Es el joven dueño de un
supermercado que permanece abierto de lunes a sábado de 9 a 22, domingos de 9 a
13 y de 17 a 22, sin feriados nacionales ni días de guardar”
Las puertas se abren. El rito: el
beso, el deseo de que pasen un buen día, el beso de vuelta, los momentos de
duda hasta que encuentran un amigo con el que entrar y el ruido de las ruedas
de las mochilas por la rampa. Y cerca de la rotonda donde me espera el
atasco, entre Telefónica y Vodafone, el edificio de Huawei, donde es posible
que se aplique la misma estrategia de supermercado.
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