Clases de papiroflexia
china : Con un niño de nueve años, el camino más corto para no obtener una
respuesta es hacer una pregunta. Es mejor hacerse las preguntas en silencio e
ir colgándolas en una percha como corbatas. Un día, por las buenas, te cuentan
algo que hace juego con esa corbata que tenías olvidada y ya tienes tu duda
satisfecha.
Así que la mejor manera de no saber
qué tal les van las clases de chino con la nueva profesora es abrir la puerta y
decir que qué tal les van las clases de chino con la nueva profesora. Para
ellos supone una entrada violenta en su intimidad tan amplia como el tamaño de
la puerta en la que me apoyo esperando su respuesta.
Esperando.
Deberían entender que queramos
saber algo. No es solo por el dinero (el saber ocupa, precisamente, ese lugar
que deja el dinero que quitas de tu cuenta). Tal vez la profesora les esté
transmitiendo ideas revolucionarias. Tal vez todas estas profesoras sean una
quinta columna que favorezca la expansión de la empresa china por el mundo:
Disney lo hace con una cadena propia y los chinos a través de sus libros de
estudio. Tal vez estén analizando las contradicciones del sistema, la debilidad
de nuestra economía y las ventajas de apoyar, defender y participar en la
expansión china por el mundo en busca de recursos y de mercados, limitando
cualquier labor crítica. Qué sé yo.
Tal vez, lo que les esté enseñando
no sea chino y por eso no se dejen examinar cuando le pido a google que
traduzca y pronuncie una palabra al azar para ver si ellos la saben.
Espero y cierro la puerta.
En la mesa del salón hay dos
figuras de papel para jugar. Se encajan en los dedos y las abres y las cierras,
igual que la boca de un animal, tantas veces como el número que te da el otro
jugador. Cada punto en el que te paras tiene una palabra en chino con la
traducción detrás.
Alguien que piensa, propone y juega
a eso no debe ser mala profesora.
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