Nadie pone orden
a gritos en un grupo de pájaros : Antes me molestaba que el cambio de hora me quitara
ese sol que más hace falta: el que te espera cuando sales del trabajo como esos
últimos entrantes que quedan en la fiesta a la que llegas tarde. Ahora, además,
me pone de mal humor el frío. Los abrigos son una hora más finos; las mangas,
una hora más cortas; las nubes una hora más amenazantes y el viento una hora
más persistente.
Me pego a la pared del colegio,
pero también la noto fría.
Los que parecen inmunes son los
niños que juegan al baloncesto. Van en manga corta y no veo a ninguno quejarse.
Hay muchos. Sería difícil contarlos porque son como esas bandadas de pájaros
que se agrupan, se rompen y vuelven a unirse, como un latido de alas. Los
balones de baloncesto botan, vuelan, cambian de manos en un caos de pura
energía que reconforta. Las profesoras insisten en que, pero nadie pone orden a
gritos en un grupo de pájaros.
Sí que está fría la pared. Todos
los focos están encendidos, todos. Bien por los de mantenimiento. Una bombilla
apagada habría sido la puerta por la que se habría asomado algún pensamiento
negativo o por la que se habría escapado esta sensación de que, a pesar del
frío y de la oscuridad, algunas cosas están en orden.
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