lunes, 25 de noviembre de 2013

El salón del gran baile




El salón del gran baile : No tengo suficiente entidad metafísica como para convertirme en escarabajo. A lo más que llego es a transformarme en polilla cada vez que me acerco al edificio de Mc Donald´s que tenemos cerca de casa, atraído por la luz que sale por las ventanas y la que adorna las paredes. Parece que siempre estuvieran listos para recibir a alguien que celebrara su cumpleaños.

Lo mejor es ir entre semana, de noche, con la cancha de baloncesto vacía y un par de coches en el aparcamiento, y disfrutar del contraste sin pensar en nada. Solo el contraste entre el frío de fuera y el calor de dentro, entre la oscuridad de fuera y la luz de dentro. Así de simple. Dentro. Fuera. En cuanto las ideas quieran adornarse un poco para empezar a divagar sobre la soledad, la extrañeza y los lugares de paso, se les pega una patada en el estómago para que vuelvan a la simplicidad del contraste básico. Dentro. Fuera.

Hay que quedarse en ese nivel. Fuera, hambre; dentro, comida. Así que salgo del coche y voy andando por el aparcamiento. El local está iluminado como si se estuviera rondando uno de los bailes de “El Gatopardo”. Cuando entro, solo veo una pareja en una mesa, cogiéndose las manos como si trataran temas fundamentales sobre su vida. Mal. Los dependientes, sin embargo, bromean. Bien. Les veo tan de buen humor que por un momento me entran ganas de decirles que es mi cumpleaños. Y el suyo también.

Sí que hay luz aquí para una polilla como yo: voy a llenarme los bolsillos.

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