La tecla de pausa : El Museo de
Ciencias Naturales parece el almacén de un taller de reparaciones al que
hubieran ido a parar todas esas partes de animales que han resultado inútiles y
que se han reciclado aquí para que los niños se den una vuelta. El esqueleto de
un gato. Las cabezas de veinte tigres con la misma expresión. Los tentáculos
medio deshechos de un calamar. El saludo de un mono. A mí este paseo me
recuerda a las visitas a las casas de los escritores famosos en la que falta lo
único que me gustaría ver: al escritor. Todo lo demás me sobra.
Pero los niños se mueven por las
salas como si fueran capaces de ver vida en esta exposición en la que los
taxidermistas han hecho su particular apuesta por la eternidad. Supongo que
para ellos esto es como darle a la tecla de pausa y así poder ver
detalladamente a esos animales que normalmente no se ofrecen con esta paciencia
de polvo y frascos herméticos.
Daniel lleva su libreta en la mano.
Se va parando en todo lo que le llama la atención para dibujarlo. Estrena el
lapicero que acabamos de comprar porque el suyo no tenía ya punta. Dibuja con
cuidado, como si estuviera transcribiendo las respuestas de una entrevista a
cada animal frente al que se detiene.
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