La
silla del ocioso : En una mesa de carnívoros me pido el bacalao porque, no sé,
me imagino una cocina con los expertos en preparar la carne saturados mientras
el del pescado espera sentado en una silla, pensando en la revisión pendiente
del coche, en que por primera vez debería aprovechar uno de esos vales que te
entrega la cajera del Carrefour, en cómo encontrar un rato para ver “La gran
belleza” después de haber leído la crítica de Marchante, en una excusa para
llamar a su madre. Me lo imagino con el cansancio del banquillo, esperando la
excusa para ponerse de pie, en marcha. Y esa excusa se la doy yo y la aprovecha
para preparar un gran bacalao. También podría haber pedido la carne porque sé
que mi preferencia por el pescado se interpreta como una forma de marcar
distancias, como el que, brindando con los demás, pide blanco en vez de tinto.
Pescado Vs carne. Pero cuando el camarero me sirve el bacalao sé que todo lo
que me he imaginado es cierto y que no me he equivocado. El mundo se convierte
en ese plato y lo demás se va difuminando. Como concentrado, disfrutando,
abandonándome. Pienso que tengo que pasar la revisión del coche, pienso en los
vales del Carrefour que acumulo en la cartera, pienso en las palabras de
Marchante, pienso en que tengo que llamar a mi madre.
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