sábado, 2 de noviembre de 2013

En eterna órbita




En eterna órbita : Antes de ver “Gravity” me paso por el baño porque conviene subir al espacio preparado. Recorro un pasillo muy, muy largo hasta dar con él, como si los arquitectos hubieran querido separar lo más posible el mundo fisiológico y real del de las historias y la imaginación. Por mí vale, aquí va mi reconocimiento, pero éste no es un pasillo para gente que aguante poco: si vienes con prisa estoy seguro de que cada paso que des te alejará más, mientras que yo, tranquilo y despreocupado, llego a mi destino sin problemas.  

El lavabo tiene un aire espacial que me gusta. Entro en situación antes ya de que se apaguen las luces de la sala, lo que me va a venir bien para centrarme. Las críticas de “Gravity” están tan enfrentadas que no solo voy a tener que salir diciendo si me ha gustado o no, sino que me voy a ver obligado a justificar mi opinión con argumentos  más o menos objetivos. Habrá que pensar un poco.

Habrá que pensar un poco, pero sé que no daré en el blanco porque mi interpretación de las películas es tan particular que nunca coincide con la oficial de los críticos. Oigo el ruido raro, como los demás, pero mientras ellos abren el capó y localizan la avería sin problemas, yo estoy en el maletero, a lo mío, rebuscando entre lo que me encuentro ahí. No soy la persona adecuada para explicar de qué van las cosas. Digamos que me dedico a flotar alrededor de ellas. 

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